De camino hacia el pueblo de Portet-d'Aspet (departamento Haute-Garonne, región Midi-Pyrénées), desde lo alto del puerto de montaña que lleva su mismo nombre, encontramos una pequeña ruta que a decir verdad resultó no ser para nada interesante; un camino en pendiente acompañado en todo momento de elementos antrópicos tales como cables a un lado de la senda y a la altura de nuestras cabezas, vallas limitando las propiedades privadas colindantes, construcciones varias y hasta un par de intersecciones en las que tuvimos que atravesar carreteras asfaltadas para retomar de nuevo el sendero.
Eso sí, cumplía su cometido de llegar hasta este pequeño pueblo de tan solo setenta y dos habitantes —setenta y tres incluyendo al de la primera foto— en el que tomé unas cuantas imágenes para dar al menos testimonio de algunas estampas curiosas que vi por allí aquel día; empezando por este soberbio gallo que nos recibió a la entrada del pueblo. Firme e imperturbable ante nuestra presencia, o quizá incluso complacido de posar para nosotros, permaneció inmóvil como un tiesto más en esa repisa, mientras le disparaba ésta y alguna otra fotografía más.
Gallordo
Cuatrocientos cuatro
Geranios franceses
De vuelta por el mismo sendero, aunque ahora cuesta arriba, las condiciones meteorológicas tampoco ayudaban a apreciar el paseo; por suerte la repentina sensación de frío que nos había asaltado justo antes de tomar el camino me permitió perpetrar a tiempo uno de mis disfraces favoritos con lo que tenía a mano en el maletero del coche. Al
atuendo estival que había elegido esa despejada y cálida mañana de
agosto tuve que añadir mi aún por estrenar abrigo polar, no sin antes
ubicar estratégicamente bajo él capas varias asomando las unas por
debajo de las otras. Los camales del pantalón —fino y veraniego como el
diablo— metidos dentro de los calcetines, y éstos dentro de las botas de
montaña. Una estampa difícil de olvidar.
Escamas de pizarra
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